Desde la antigüedad, el valor se mide por la posesión de aptitudes, principalmente físicas, las tecnologías de la guerra contemporánea no han minimizado este concepto, el valor militar, sigue valiendo para el soldado en el frente de batalla, porque ella se gana pisando tierra firme. Esta actitud de vida le permitirá entonces encontrar la fortaleza y la templanza capaz de hacerlo adentrarse en el seno del combate y ser imitado por el resto, despreciando al miedo e iniciando las empresas más arriesgadas en el cumplimiento de su deber.
Este valor hará que se defienda la causa de la patria, aún en las circunstancias más difíciles, cumpliendo la misión encomendada por la nación, con renunciación y menosprecio a la propia voluntad e inteligencia en aras de sus sagrados intereses.
La institución, necesita de soldados de una gran fortaleza física y anímica, que sólo la práctica constante del valor militar, hará posible afrontar con entereza, los peligros que entraña el cumplimiento de los deberes y obligaciones propios de un hombre de armas, tanto en tiempo de paz como de guerra.
La práctica de este valor, hará posible que el mando y el personal que conforma el Ejército, estén convencidos de ser líderes valerosos, fortalecidos para realizar las más grandes proezas de valor, rindiendo culto al coraje físico al realizar los actos más nobles de admiración para vencer cualquier adversidad.
En la guerra, es necesario imponer la fuerza para someter la voluntad del adversario, sólo el valor militar del que esté imbuido quien participe en las batallas, permitirá arriesgar su vida en su defensa, superando obstáculos, peligros y privaciones propias de la guerra.
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